En 1996 tuve el honor de ser elegido Primer Presidente del Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Ingeniería Química de la Argentina (1er CONEIQ), realizado en la Facultad Regional Delta de la Universidad Tecnológica Nacional en la ciudad de Campana, Pcia de Bs As. Éramos un grupo de jóvenes soñadores, llenos de entusiasmo y convicción, que decidimos organizar un encuentro que en aquel momento parecía un desafío enorme. Sin embargo, gracias al esfuerzo colectivo, logramos un congreso exitoso que no solo reunió a estudiantes de todo el país, sino que también dio nacimiento a la Federación de Estudiantes de Ingeniería Química de la Argentina (FENEIQ).
Aquella experiencia marcó profundamente mi vida. Fue el inicio de un camino donde descubrí la importancia del liderazgo compartido, de la organización y, sobre todo, del compromiso con la educación y la profesión. La FEIQA se convirtió en un espacio de encuentro y construcción que permitió a generaciones de estudiantes reconocerse como parte de un mismo proyecto nacional en torno a la ingeniería química.
Con los años, ese espíritu de servicio y dedicación que nació en mi etapa estudiantil se fue consolidando en mi carrera académica y profesional. Cada paso estuvo guiado por la misma idea que nos impulsaba en 1996: la ingeniería no puede ser solo técnica, también debe ser humana, social y transformadora.
Hoy, casi treinta años después, miro hacia atrás con gratitud y hacia adelante con renovado compromiso. Aquella experiencia como presidente del primer congreso estudiantil fue la semilla de lo que soy hoy: Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Salvador (USAL). Desde este rol, sigo trabajando con el mismo entusiasmo juvenil, pero con la experiencia que dan los años, para formar profesionales íntegros, innovadores y conscientes de su responsabilidad con la sociedad.
Mi historia es la historia de muchos: la de estudiantes que se atreven a soñar y a construir. Y si algo aprendí en este recorrido es que los ideales de juventud, cuando se sostienen con trabajo y convicción, pueden transformarse en proyectos que dejan huella en la educación, en la ingeniería y en el futuro de nuestro país.

Autor: Walter Rodríguez Esquivel

